Muchas páginas he escrito desde el accidente, en mi libro de la vida. Páginas maravillosas desde esta nueva perspectiva que aquella experiencia me regaló. Pero el pasado sábado, 13 de marzo de 2021, se ha escrito en mi libro una página muy bella que me gustaría compartir.
Sencillamente porque ha cerrado un círculo precioso que comenzó a trazarse hace ya tres años, en el momento en que Lidó Rico cogió la mano de un accidentado que estaba tirado en la carretera, y con voz agradable y serena le dijo calmado que ya había pasado todo, que no había sido nada grave y que pronto llegaría la ambulancia. Me preguntó quién era yo, se interesó por mí, y sin saberlo, con su voz, me dio tranquilidad en el momento más inquietante de mi vida.
Porque él no sabía lo que estaba pasando por mi mente, en ese momento yo estaba despidiéndome, en silencio, de mis seres queridos y de la vida. Estaba aceptando que había llegado el instante en que mi consciencia se apagaba, para siempre. Estaba sintiendo la infinita oscuridad de la eternidad. Porque en el momento de la muerte, creedme, se siente la eternidad. Y aunque al principio sientes que es más abrumadora de lo que tu mente es capaz de soportar, si la aceptas, entonces, todo se convierte en paz y tranquilidad.
Cuando has vivido el proceso de aceptar la muerte, ya no hay nada que no seas capaz de aceptar, y la vida se transforma en un regalo que necesitas disfrutar en cada momento.
3 años han pasado ya desde mi accidente. Y muchas veces había recordado a ese ángel que tuvo la lucidez mental de parar su coche y bajarse para escribir en mi libro un poco de cariño y tranquilidad mientras yo me despedía, tumbado, sólo, en la carretera. Pensaba que no lo volvería a ver, pero el vuelo personal de Lidó Rico le llevó de nuevo a posarse cerca de mí, esta vez en Verónicas, y el de mi padre a ir a escucharle hablar de su exposición. Un vuelo llevó al otro hasta que, Lidó y yo, acabamos cerrando un círculo precioso en forma de reencuentro y, estoy seguro, de amistad.
El maravilloso destino, como me decía Lidó este sábado. Curioso destino, también. Un día estrellas tu coche y en vez de morir, eso provoca que 3 años después estés teniendo la increíble suerte de escuchar personalmente a Lidó, en directo y frente a su obra, rodeado de ángeles, preguntándose acerca de lo que somos y del sentido de nuestra vida. Y es que es fascinante ver cómo su obra explora al ser humano como resultado inconsciente de su historia de humanidad. Y lo hace a través de su propio cuerpo. Es una exploración de lo que somos como sociedad, desde la perspectiva de la individualidad. Una visión del hombre como Dios del propio hombre, como Ser libre que decide habitar dentro de la celda que se ha construido para si mismo, como Puzzle atrapado al verse inacabado o como una Pieza sin puzzle que intenta apoderarse de lo que no le pertenece.
“Tu vuelo, mis alas” es un viaje de autodescubrimiento, es la búsqueda de la verdad a través de la propia intuición, una invitación a hacerte las preguntas adecuadas. Una ventana abierta hacia nuestro interior, hacia nuestro pasado, hacia el lugar donde es posible el encuentro con nuestra propia naturalidad. Un grito que busca despertar la sensibilidad del espectador, para transformarlo en antídoto de una sociedad desorientada.
Lidó, fuiste ángel para mí, aquel 13 de marzo cuando cogiste mi mano en la carretera, y ahora lo eres para todo aquel que quiera verse a través de tu cuerpo en Verónicas. Gracias por volver a escribir algo precioso en mi libro, una vez más, 3 años después. Espero y deseo que podamos seguir dándonos alas y escribiendo páginas preciosas en nuestros libros de la vida : )
En Murcia, a 15 de Marzo de 2021
Toño Santa-Cruz